Las crisis de ansiedad son estados de extrema ansiedad de breve duración y rápida instauración que se acompañan de síntomas físicos, como sensación de falta de aire, palpitaciones, presión en el pecho, mareo y miedo a perder el control o a morir. El tratamiento, tanto psicológico como farmacológico, ofrece magníficos resultados y evita que se complique con otros trastornos de ansiedad, como la Agorafobia o el Trastorno de ansiedad generalizada. Eventualmente, no tratarlas durante mucho tiempo puede llevar a la Depresión mayor o al consumo de sustancias.
Qué es un ataque de ansiedad
El término ataque de ansiedad es intercambiable por crisis de ansiedad, crisis de pánico y crisis de angustia. Un ataque de ansiedad es una avalancha súbita de miedo o malestar intensos que en pocos minutos alcanza su máxima intensidad. El malestar consiste en una serie de síntomas físicos que pueden ser muy variables junto con una intensa sensación de ansiedad. Para que entendamos la magnitud del malestar, durante el apogeo de la crisis de ansiedad, muchas personas creen estar sufriendo un ataque al corazón. Puede surgir desde un estado de calma o desde un estado de ansiedad y su duración es de 10 a 45 minutos desde que alcanza su máxima intensidad. Al finalizar la crisis, la persona puede regresar al estado de previo de calma o ansiedad; mientras que, en otros casos, se mantiene un nivel moderado de ansiedad hasta incluso podría repetirse la crisis más adelante.
Los ataques de ansiedad se pueden manifestar de forma muy variable. Recordemos que la crisis aparece de forma súbita y en pocos minutos alcanzan su máxima intensidad. A continuación, vamos a enumerar los distintos síntomas de un ataque de ansiedad:
aceleración del pulso o sensación de palpitaciones (el corazón late más deprisa y con más fuerza)
sensación de ahogo o dificultad para respirar (puede parecer un ataque de asma)
presión en el pecho (puede parecer un infarto al corazón)
sudoración
temblor
dolor de cabeza
llanto o gritos incontrolables
ganas de vomitar (náuseas) o molestias gastrointestinales
sensación de mucho calor o escalofríos
mareo, aturdimiento o sensación de desmayo
hormigueo en las manos o en la cara
sensación de irrealidad (desrealización) o verse en tercera persona, como desde fuera (despersonalización)
miedo a “volverse loco” o a perder el control
miedo a morir de forma inminente
Con esta descripción de síntomas, cualquier persona (aunque no haya sufrido un ataque de pánico antes) entendería lo desagradable que puede llegar a ser. Normalmente, después de vivir un episodio así, las personas desarrollan una inquietud o preocupación continua ante la posibilidad de que la crisis de ansiedad se repita. El temor les lleva a modificar sus hábitos y conductas, con el objetivo de evitar nuevas crisis de pánico. Así, evitan hacer deporte o acudir a determinados lugares que relacionan con las crisis, pudiendo desarrollar posteriormente una Agorafobia o una Depresión.
El ataque de pánico per se no es un trastorno mental. Estos ataques pueden aparecer en el contexto de cualquier trastorno de ansiedad, trastornos depresivos, trastorno de estrés postraumático o trastorno por consumo de alcohol u otras drogas. Cuando los ataques de ansiedad se vuelven recurrentes e inesperados, los psiquiatras diagnosticamos un Trastorno de pánico.
¿Cómo diferenciar un ataque de ansiedad de la ansiedad normal?
El ataque de ansiedad se diferencia de la ansiedad en que la intensidad de los síntomas es mucho mayor y el tiempo de instauración es muy breve. En pocos minutos, la crisis de ansiedad alcanza un pico máximo de intensidad; mientras que, en la ansiedad continua, esta es más estable en el tiempo y sus fluctuaciones son mucho más lentas.
Qué es el trastorno de pánico
El Trastorno de pánico o Trastorno de angustia es un tipo de trastorno de ansiedad muy frecuente. Los primeros síntomas suelen aparecer al comienzo de la edad adulta, aunque es posible también que debute a edad infantil o en ancianos. El Trastorno de pánico puede asociarse a Agorafobia cuando el miedo a las crisis de ansiedad hace que la persona evite lugares o situaciones de las que puede resultar difícil o embarazoso escapar. La Agorafobia suele aparecer típicamente asociada al Trastorno de pánico al imaginar que no habrá ayuda disponible en el caso de sufrir un ataque de pánico.
El Trastorno de angustia se diagnostica cuando aparecen al menos dos crisis de ansiedad y estas aparecen espontáneamente. Cuando decimos espontáneo nos referimos a que aparecen de forma inesperada, sin una señal o desencadenante que justifique el nivel de ansiedad. No es infrecuente que las crisis de ansiedad aparezcan durante el sueño o “relajado” en el sofá de casa. Si las crisis de ansiedad son TODAS esperadas o se produce una única crisis aislada, por ejemplo, tras el consumo de algunas sustancias (como la cocaína o el cannabis) o tras vivir una situación de riesgo vital (como ser testigo de un atropello), no se consideran dentro de un Trastorno de pánico. Es importante recalcar que la presencia de crisis de ansiedad esperadas no excluye el diagnóstico de Trastorno de pánico, ya que la mayoría de las personas con Trastorno de pánico sufren ambos tipos de crisis: esperadas e inesperadas.
El trastorno de pánico afecta a un 5% de la población en algún momento de la vida y es el doble de probable en mujeres que en varones. Es más frecuente en el comienzo de la edad adulta y adolescencia, mientras que es menos frecuentes en niños y ancianos.
Causas del Trastorno de pánico
Sabemos que existe una vulnerabilidad genética para el Trastorno de pánico, pero no conocemos los genes exactos que están implicados. Tienen más riesgo de trastorno de pánico los hijos de padres con ansiedad, depresión y trastorno bipolar. Lo cual no significa que tener ataques de ansiedad suponga que otro familiar tenga alguno de esos tres trastornos. Algunas enfermedades respiratorias, como el asma, pueden predisponer al Trastorno de angustia.
La gran mayoría de las personas con ataques de ansiedad los relacionan con situaciones de estrés recientes. Estas situaciones de estrés pueden ser problemas personales, familiares, laborales, económicos, de salud o experiencias recientes con drogas. Las personas que sufrieron abuso infantil también tienen más riesgo de tener crisis de angustia en la edad adulta y adolescencia.
Como hemos mencionado anteriormente, se pueden sufrir crisis de ansiedad sin que se realice el diagnóstico de Trastorno de pánico. En estos casos, las crisis de ansiedad pueden ser precipitadas por cualquier otro trastorno de ansiedad. Por ejemplo, la exposición a situaciones fóbicas, como puedan ser las arañas para algunas personas, puede desencadenar una crisis de ansiedad. El consumo de tabaco es un factor de riesgo para los ataques de ansiedad y el cannabis puede producir como efecto indeseable una crisis de ansiedad. Las personas con Agorafobia pueden tener una crisis de ansiedad al viajar en metro, mientras que las personas con estrés postraumático por un atentado pueden tener una crisis de pánico cuando oyen estallar un petardo. Incluso algunas afecciones médicas pueden producir una crisis de ansiedad.
¿Por qué se producen los ataques de pánico?
Existen muchos modelos para explicar las crisis de ansiedad. Uno de los que me parece más sencillo de comprender es aquel en el que las crisis de ansiedad ocurren en personas con una predisposición genética para experimentar ansiedad y tras un fallo en el sistema de alarma frente al estrés. Los seres vivos nos defendemos de las situaciones que vivenciamos como potencialmente peligrosas activando nuestro sistema de alarma. El sistema de alarma, también llamado reacción de lucha o huida, produce tres tipos de respuesta: la lucha, la huida o la parálisis (en ingles las tres F: fight, flight y freeze). Esta reacción consiste en una descarga del sistema nervioso simpático que nos prepara para luchar o escapar corriendo. En ambos casos, necesitamos energía y nuestro cuerpo se prepara haciendo que el corazón lata más deprisa, los pulmones se llenen bien de aire y entremos en un estado de hiperalerta para que no nos pille nada por sorpresa. Esto es precisamente lo mismo que ocurre en una crisis de ansiedad, salvo que las crisis de ansiedad ocurren sin un estímulo estresante “real”. Es decir, la reacción de lucha o huida se activa erróneamente ante problemas que no se resuelven peleando ni corriendo. Incluso en algunos casos, el sujeto no es capaz de identificar los problemas o preocupaciones que han podido precipitar la crisis.
Síntomas del Trastorno de pánico
El síntoma principal del Trastorno de pánico es el ataque de ansiedad, que hemos descrito anteriormente. En donde hay más variabilidad es en la expresión de la crisis de ansiedad (cada persona las vive de distinta manera), así como en la intensidad y frecuencia de las crisis de angustia. Pueden aparecer con una frecuencia semanal, varias al día o cada 2-3 meses. La intensidad de las crisis también es variable, algunas son suaves y otras son más fuertes. Normalmente, la intensidad se mide en número de síntomas, pero también va a depender de la sensación subjetiva de cada persona y del conocimiento que tenga de su enfermedad. No es lo mismo tener una crisis de ansiedad sabiendo lo que es porque ya se ha pasado por ella muchas veces, que tener la primera crisis de ansiedad que no sabes qué te está pasando.
Las personas que sufren ataques de ansiedad se preocupan de padecer enfermedades médicas, como problemas cardíacos o respiratorias, que provoquen los síntomas. Suelen acudir al servicio de urgencias de los hospitales para someterse a pruebas médicas que descarten enfermedades de gravedad. Una vez descartadas las enfermedades graves -algo que es necesario hacer, por otra parte-, la persona puede sentir vergüenza de reconocer públicamente lo que le ha sucedido por considerarlo un “signo de debilidad”. Por el contrario, otras personas modifican sus hábitos o comportamientos dejando de ir a trabajar o de ir a la universidad por relacionar estas actividades con las crisis de pánico. Tanto una como otra situación conllevan una mayor discapacidad.
Como decíamos anteriormente, el miedo a no tener ayuda disponible en caso de que se repita la crisis de ansiedad, hace que estas personas desarrollen también Agorafobia. No es infrecuente que las personas que han sufrido intensas y frecuentes crisis de ansiedad recientes se mantengan cerca de los hospitales. He llegado a ver pacientes pernoctando en las inmediaciones de un hospital general para “quedarse tranquilos” de que serían atendidos a cualquier hora en caso de que sufrieran una nueva crisis de ansiedad.
Los ataques de ansiedad nocturnos durante el sueño son muy característicos del Trastorno de pánico. Consiste en despertarse súbitamente del sueño en un estado de pánico de forma inesperada. Su conocimiento permite diferenciarlas de las pesadillas o terrores nocturnos.
Diagnóstico del Trastorno de pánico
El Trastorno de angustia debe diferenciarse de otras afecciones médicas -físicas y psiquiátricas- que pueden producir ataques de ansiedad. Algunas de estas enfermedades serían, por una parte las psiquiátricas como las Fobias específicas, el Trastorno por estrés postraumático, los trastornos por consumo de alcohol y otras drogas; mientras que, por otra parte, estarían las enfermedades médicas como el hipertiroidismo o el feocromocitoma.
Es muy recomendable, casi imperativo, la realización de un electrocardiograma y una analítica en una persona con ansiedad. El electrocardiograma va a descartar la gran mayoría de las enfermedades del corazón, como arritmias que puedan dar síntomas similares al ataque de ansiedad. La analítica general debe incluir la TSH (hormona tirotropina del tiroides), el hierro y, en algunos casos, el calcio. Si la ansiedad apareciera con cifras elevadas de tensión arterial, sería recomendable también descartar un feocromocitoma (un tumor raro de la médula suprarrenal).
Tratamiento del Trastorno de pánico
El tratamiento de los ataques de ansiedad puede ser mediante medicación, terapia psicológica o ambos. Los tres tratamientos son igual de eficaces, si bien el tratamiento combinado (medicación y psicoterapia conjuntos) tiene una ligera ventaja en los primeros tres a seis meses. En mi opinión, si las crisis de ansiedad son muy intensas, muy frecuentes y/o incapacitantes (porque ha provocado la baja laboral o el cambio de hábitos), la medicación es la opción más rápida y con la que nos vamos a asegurar los resultados.
Un pilar básico del tratamiento del Trastorno de pánico es la psicoeducación. La psicoeducación consiste en enseñar al paciente en qué consiste su problema, cómo se origina, cómo identificarlo y cómo se trata. Una parte muy importante de la psicoeducación es la información, que es precisamente lo que estás haciendo mientras lees este artículo.
Tratamiento farmacológico para el Trastorno de pánico
La esencia del tratamiento del Trastorno de pánico es prevenir la aparición de nuevas crisis de ansiedad. Al contrario de lo que mucha gente cree, tratar las crisis de ansiedad en sí mismas no sirve de mucho. Si tenemos en cuenta que la duración de una crisis de ansiedad es de 10 a 45 minutos y el tiempo mínimo que puede tardar un ansiolítico en reducir la ansiedad es de 20 minutos, a lo sumo hemos logrado atajar la mitad de la crisis. Por tanto, como decía, el objetivo es evitar que esa persona vuelva a experimentar una crisis de ansiedad. Esta prevención de las crisis de ansiedad la logra esencialmente los antidepresivos ISRS.
La medicación para el Trastorno de pánico consiste en la administración de uno de los antidepresivos denominados ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina). Dentro de los ISRS, los más empleados para el tratamiento del Trastorno de pánico son: Paroxetina, Sertralina y Escitalopram. Aunque no hay diferencia de eficacia entre ellos, sí es cierto que se recomienda empezar con dosis menores de las que se emplean para la depresión porque pueden aumentar la ansiedad los primeros días. Este efecto activador es más evidente con la Fluoxetina (otro de los antidepresivos ISRS). Por este motivo y por el tiempo que tardan los antidepresivos en empezar a hacer efecto (al menos 2-4 semanas), se recomiendo complementar el tratamiento con benzodiacepinas los primeros días.
Las benzodiacepinas más empleadas en el tratamiento farmacológico del Trastorno de pánico son: Alprazolam (Trankimazin ®), Lorazepam (Orfidal ®) y Clonazepam (Rivotril ®), aunque hay otras muchas. El tratamiento con benzodiacepinas debe ser idealmente inferior a seis u ocho semanas y debe reducirse gradualmente. Se recomienda administrar las benzodiacepinas en horarios regulares y no a demanda, para alcanzar el efecto deseado por igual durante todo el día y evitar su toma abusiva. Las benzodiacepinas también se pueden emplear al inicio para tratar el insomnio asociado al Trastorno de pánico.
Otra de las ventajas de utilizar antidepresivos en el Trastorno de angustia es que también son eficaces para el tratamiento de otros trastornos de ansiedad (Agorafobia, Trastorno de ansiedad generalizada) y para los síntomas depresivos, que habitualmente acompañan al Trastorno de angustia. De esta manera, con un único fármaco podemos tratar varias condiciones coexistentes.
También se utilizan otros dos ISRS (Citalopram y Fluoxetina), Duloxetina (Xeristar ®, Cymbalta ®), Venlafaxina (Vandral ®, Dobupal ®), Gabapentina (Neurontin ®) y Pregabalina (Lyrica ®).
Tratamiento psicológico del Trastorno de angustia
La psicoterapia para los ataques de ansiedad puede resultar una opción muy convincente, especialmente en los casos menos graves y con menos limitaciones provocadas por los síntomas. Tiene la ventaja frente a la medicación que logra efectos más duraderos en el tiempo. La terapia cognitivo-conductual ha demostrado ser tan efectiva como los medicamentos, pero también se pueden aplicar tratamientos psicológicos de otras orientaciones posiblemente con una eficacia muy similar. La psicoterapia la puede realizar un psiquiatra psicoterapeuta o un psicólogo clínico. En el caso de las crisis de ansiedad las sufra un menor, lo ideal es acudir a un psicólogo clínico infantil.
Tratamiento combinado del Trastorno de angustia
El tratamiento combinado consiste en la administración conjunta de medicación y psicoterapia. Tiene la ventaja del rápido efecto de la medicación y de la mayor duración del efecto una vez terminados los dos tratamientos. Es, en la mayoría de los casos, la mejor de las opciones.
Pronostico del Trastorno de pánico
Los primeros ataques de ansiedad en el Trastorno de pánico suelen aparecer entre los 20 y los 25 años. Es raro que las crisis de angustia aparezcan antes de la adolescencia y después de los 45 años, aunque puede ocurrir. Si no se trata, lo esperable es que el trastorno se cronifique. Los síntomas aparecer continuamente o por temporadas en forma de brotes intermitentes. En algunos casos, pueden llegar a pasar años de una crisis a la siguiente.
El riesgo de no tratar los ataques de ansiedad, no es solo que se cronifique, también está que se complique con otros trastornos. Los trastornos mentales que más frecuentemente se asocian al Trastorno de pánico son: la Agorafobia, la Depresión, el consumo de alcohol u otras sustancias y otros trastornos de ansiedad.
La Depresión y el Trastorno de pánico están muy relacionados entre sí. Ante la pregunta de qué viene primero, podemos responder que en aproximadamente dos de cada tres personas, los ataques de ansiedad preceden a la depresión. Algo parecido sucede con la asociación con el consumo de drogas y alcohol: que suele ir precedido de las crisis de ansiedad. Hay teorías que defienden si el consumo aparece en un intento de aliviar las crisis de pánico y el temor continuo a que se repitan.