El Trastorno por déficit de atención con hiperactividad es una enfermedad que se inicia en la infancia y en más de la mitad de los casos persiste en la edad adulta. Los síntomas son heterogéneos según el subtipo de TDAH y variables en función de la edad del paciente. Los tres síntomas cardinales del TDAHinatención, hiperactividad e impulsividad– se complementan con disfunción ejecutiva, mala gestión del tiempo, hiperfocalizacion, procrastinación e inestabilidad emocional.

A medida que una persona con TDAH va madurando, se van atenuando la hiperactividad y la impulsividad, mientras que la inatención va ganando importancia. Esto es debido, por una parte, a que la presión social favorece la inhibición de las conductas impulsivas e inapropiadas que produce la hiperactividad; mientras que, por otra parte, las demandas de mantener la atención aumentan con la edad de la persona.

Los síntomas del TDAH deben ser evaluados por un psiquiatra para llegar a un diagnóstico correcto.

 

Déficit de atención en el TDAH

El déficit de atención o inatención es uno de los síntomas principales del TDAH,

El déficit de atención en los adultos con TDAH no solo se expresa con problemas de concentración. También es relevante tanto la dificultad en la organización, planificación y finalización de tareas o proyectos, como la dificultad para establecer prioridades. Esto conlleva una pobre gestión del tiempo y un consiguiente bajo rendimiento.

La falta de atención es un síntomas que lleva a la persona a ser poco organizada y poco consistente. Cometen frecuentes errores sencillos, pero que pueden ser costosos por las consecuencias personales, laborales o académicas. Por ejemplo, pueden leer mal el enunciado de una pregunta y responder equivocadamente en un examen o pueden equivocarse al rellenar una instancia. Suelen perder y no encontrar objetos de valor, como móviles, llaves, gafas de sol. Son tan distraídos y olvidadizos que, con frecuencia, se hacen listas de tareas o son muy rígidos con sus hábitos para no olvidar nada importante. Curiosamente, en algunos casos llegan a ser perfeccionistas en un afán de compensar sus despistes (defensas obsesivas compensatorias).

Para poder concentrarse necesitan aislarse de cualquier estímulo, por ejemplo, para estudiar necesitan un silencio absoluto y estar alejados de las ventanas. Para no aburrirse, pueden empezar varias tareas a la vez, que no suelen terminar. Cuando quieren terminar un proyecto buscan estados de excitación que les permitan concentrarse hasta terminar las tareas, como hacer las cosas en el último momento.

No poder concentrarse puede ser muy invalidante e impedir a la persona disfrutar de muchas actividades.

El mal manejo del tiempo es uno de los síntomas del TDAH más invalidantes y con mayor repercusión. Son personas que les suele “pillar el toro”, no calculan bien el tiempo que les lleva una tarea o un desplazamiento. Por consiguiente, no terminan a tiempo, entregan tarde los proyectos o llegan con retraso a las citas. No tienen las cosas ordenadas y tardan más en encontrarlas. Dejan para el final las tareas más complicadas o las más rutinarias, dejando los proyectos a medias. Esta procrastinación de las tareas más tediosas (como el pago de facturas, rellenar formularios, hacer la declaración de la renta, contestar emails o mensajes) puede conllevar problemas legales y personales.

 

Hiperactividad en el TDAH

La hiperactividad es uno de los síntomas cardinales del TDAH, especialmente llamativa en niños.

La hiperactividad tan marcada que aparece en la infancia se va desvaneciendo gradualmente conforme el menor va entrando en la adolescencia. Es posiblemente uno de los síntomas que más cambia con la edad. La hiperactividad motora del infante se va transformando poco a poco en una hiperactividad interna, menos llamativa desde el exterior. Son adultos que sienten como una tensión interna y una incapacidad para relajarse, que solo logran calmar con actividades muy estimulantes. Desde fuera vemos personas inquietas, que parecen no poder relajarse, que cambian de postura continuamente, que juguetean con cualquier objeto que tengan en sus manos. La hiperactividad en el adulto no es tan llamativa como en los niños con TDAH, que interrumpen y alborotan continuamente. Les cuesta mucho pasar horas sentados, ya sea en una reunión, en una sala de cine o en el salón de casa viendo una película. No suelen tolerar la “tranquilidad” de leer una novela.

Los acompañantes (parejas o familiares) suelen describirlos como personas ruidosas en general, que no saben estarse quietas y agotan a su entorno. Es posible que sean muy habladoras, interrumpan al interlocutor y no lo escuchen, lo que puede conllevar problemas de pareja o de relaciones personales y laborales. Suelen preferir actividades físicas y estimulantes (como deportes de riesgo o jugar a videojuegos), en lugar de las actividades más sedentarias (leer o ver la televisión). Lo mismo ocurre con sus puestos de trabajo, que suelen ser activos y físicos, evitando puestos en oficinas. Su historia laboral está cargada de múltiples trabajos, generalmente con funciones distintas, y un número elevado de despidos. El aburrimiento les suele llevar a querer cambiar de un oficio a otro.

La hiperactividad en un adulto se expresa internamente, como la incapacidad para relajarse.
 

Impulsividad en el TDAH

La impulsividad es la predisposición de cada persona a reaccionar de forma súbita e inesperada a diferentes estímulos sin considerar las consecuencias para sí misma o para los demás. Coloquialmente, lo llamamos “actuar sin pensar” o “decir lo primero que te viene a la cabeza”. Es un síntoma común a otros trastornos psiquiátricos, como puedan ser: trastornos de personalidad, trastornos del control de los impulsos, trastornos de la conducta alimentaria, adicciones o trastorno bipolar. El nivel de impulsividad de una persona se puede medir con un estudio neuropsicológico realizado por un neuropsicólogo.

La impulsividad está mal vista en los adultos.
La impulsividad es un síntoma muy importante en el TDAH.

Las personas impulsivas suelen tener diversos problemas derivados de sus decisiones poco meditadas. Socialmente son impacientes, indiscretos, carecen de “tacto”, contestan antes de terminar la pregunta, tienen opinión para todo y dan impresión de fanfarrones. En el ámbito sentimental suelen presentar inestabilidad en las relaciones, mayor riesgo de discusiones y divorcio. En el plano laboral, tienen más riesgo de ser despedidos, de cambiar de trabajo y de estar en paro. Son personas que se aburren con facilidad, no toleran las esperas y es frecuente que muestren su frustración, se enfaden e, incluso, lleguen a protagonizar explosiones de ira. En algunos casos, las conductas impulsivas pueden llegar a estar penadas por la ley o moralmente mal vistas, como puedan ser: agresividad, infidelidades o conducción temeraria.

La impulsividad conlleva conductas de riesgo, como conducción temeraria o deportes de riesgo. Por tanto, es frecuente que estas personas hayan sufrido múltiples accidentes y fracturas óseas a lo largo de sus vidas.

La impulsividad suele estar relacionada con otro fenómeno que es la baja tolerancia a la frustración. La combinación de impulsividad y baja tolerancia a la frustración suele conllevar irritabilidad, enfados y situaciones en las que el sujeto pierde el control de sí mismo. Estas características de la persona dificultan mucho la interacción social y produce una llamativa inestabilidad de las relaciones personales.

Las reacciones impulsivas son mejor toleradas y aceptadas en los niños, menos aceptadas en los adolescentes y, por lo general, bastante poco toleradas y comprendidas en los adultos. Los niños suelen expresar la impulsividad con rabietas, frustraciones o impaciencia, lo cual se entiende desde su inmadurez y vulnerabilidad. Sin embargo, los adultos impulsivos pueden perder oportunidades importantes para sus vidas: trabajos, parejas, amigos o incluso tener problemas legales. Resulta llamativa la poca conciencia que suelen tener estas personas de lo inadecuado de sus conductas, así como de la gravedad de sus problemas.

 

Inestabilidad emocional en el TDAH

 
La inestabilidad emocional es un síntoma menospreciado en el TDAH.

Las personas con TDAH que son impulsivas y además tienen una baja tolerancia a la frustración tienen mayor propensión a a la irritabilidad, a enfadarse o a perder el control. Estos síntomas favorecen que las relaciones personales sean inestables. Los adultos con TDAH tienen emociones más intensas que las de los demás. Esta intensidad emocional afecta tanto a las emociones negativas como las positivas, por ello experimentan la felicidad y el malestar con más fuerza que el resto de personas. Estos estados emocionales son tan intensos como efímeros, tienen una duración muy breve. En seguida “se les pasa”, pero mientras lo viven “no se lo pueden sacar de la cabeza”. Esta intensidad emocional dificulta que puedan atender al resto de estímulos de su entorno, lo que incrementa más la vivencia de la emoción. Lo explicamos con un ejemplo: una persona que acude con ansiedad a un examen por miedo a suspenderlo a pesar haberlo preparado con muchas horas de estudio. Si esta ansiedad es excesiva, no se va a poder concentrar bien y el resultado va a ser malo, incrementando su ansiedad y confirmando su temor de que no lo iba a hacer bien. La repetición de situaciones como esta puede dar lugar a que las siguientes veces ni siquiera se moleste en estudiar ni en presentarse al examen.

La inestabilidad emocional responde muy bien a la psicoterapia, especialmente si la realiza un psicoterapeuta experto.

 
Las personas con TDAH son muy sensibles al rechazo.

La intensidad de las emociones también hace que sean muy sensibles a ellas, especialmente al sentimiento de rechazo. No suelen hablar de su sensibilidad porque reconocer la vulnerabilidad al rechazo les hace sentir mucha vergüenza. Es frecuente que eviten el rechazo volviéndose complacientes. Desempeñar el papel de la complacencia puede tener a las personas de su entorno contentas, pero termina afectando a la autoestima de la persona, quien termina viéndose como una marioneta a merced de la voluntad de los demás, dejando de lado lo que realmente quiere para sí. Otra manera de evitar el rechazo es no intentándolo, quiero decir, no realizando ningún esfuerzo para evitar la ansiedad que les produce la posibilidad de poder fracasar. “Para no lograrlo, mejor ni lo intento”.

 

Disfunción ejecutiva en el TDAH

La disfunción ejecutiva se afecta en el TDAH y es una de las principales causas de disminución del funcionamiento cotidiano.

Uno de los síntomas más característicos del TDAH es la disfunción ejecutiva, especialmente en los últimos años ha ganado importancia y está siendo más tenida en cuenta a la hora de realizar el diagnóstico del trastorno y valorar el alcance del mismo. Creo que deberíamos empezar por definir qué es la función ejecutiva. Llamamos función ejecutiva, también llamada control ejecutivo o funcionamiento ejecutivo, al conjunto de habilidades cognitivas y mentales dirigidas a la resolución de situaciones complejas o novedosas. Dicho de una manera más sencilla, se trata de la capacidad que tenemos las personas de organizarnos ante una determinada tarea que tenemos que completar o resolver.

La función ejecutiva es mucho más compleja de lo que pueda parecer, ya que conlleva el control y coordinación de una serie de capacidades cognitivas superiores. Es necesario dirigir la atención a un estímulo, ser flexible para discriminar un estímulo de otro, planificar y organizar la acción que se va a llevar a cabo, poner en marcha la memoria de trabajo, reflexionar sobre las consecuencias de las decisiones y hacer uso del control inhibitorio. La memoria de trabajo nos permite mantener durante un breve tiempo en nuestra conciencia lo que hemos ido pensando y haciendo a la vez que analiza la información que nos va llegando. Por otra parte, el control inhibitorio nos permite pensar antes de actuar e inhibir la primera respuesta que aparecería de forma automática y poco consciente, sustituyéndola por otra respuesta más adecuada y más meditada.

Las personas con disfunción ejecutiva tienen problemas para organizar y gestionar el tiempo, tienen poca flexibilidad cognitiva y les cuesta discriminar los estímulos importantes de los que no lo son, tienen problemas para mantener la atención y por tanto se despistan, tienen problemas de regulación emocional y suelen exhibir dificultades en la toma de decisiones. Es muy frecuente que el tiempo se les vaya sin saber en qué.

La disfunción ejecutiva se hace evidente en la mala gestión y organización del tiempo.

La disfunción ejecutiva puede ser más evidente en las personas adultas con TDAH que en niños y adolescentes. Esto es debido a que a los adultos se les exige un mayor autocontrol, una conducta responsable, que sea capaz de organizarse solo sin ayudas y que sea capaz de poner en práctica habilidades sociales en sus relaciones. Sin embargo, se presupone que los niños aún tienen tiempo para aprender todo esto y pueden ser ayudados desde fuera.

La disfunción ejecutiva puede conllevar una serie de problemas, como: cometer errores en la planificación de las tareas, tener dificultades en la memoria de trabajo y tardar más tiempo en hacer las cosas y cometer más fallos, tener problemas en la regulación de sus emociones y tener dificultades para aprender de sus propios errores.

Los problemas en la función ejecutiva no se pueden compensar con un elevado cociente intelectual, por lo que las personas con TDAH y altas capacidades van a sentirse muy confusas. Digo que se van a sentir confusas porque, de una parte, su inteligencia les va a permitir resolver cuestiones muy complicadas dentro de su área técnica de conocimientos (por ejemplo, un físico nuclear), pero se van a sentir muy torpes a la hora de organizar tareas cotidianas que consideren tediosas. Esta capacidad para resolver tareas complejas en las personas con TDAH no solo es exclusivas de las personas que tienen altas capacidades y se conoce como hiperfocalización.

 

Hiperfocalización en el TDAH

 
LA hiperfocalización es un síntoma habitual en el TDAH.

La hiperfocalización es la capacidad que tienen algunas personas de mantener la atención de forma sostenida en una actividad concreta que le motive mucho. Suele ocurrir con algunos retos que puedan considerar atractivos o novedosos y normalmente en su área de mayor conocimiento, habitualmente en el trabajo. Estos retos les provocan una gratificación intensa e inmediata, lo que ayuda a mantener la atención. Llegan a ser muy perfeccionistas y detallistas con estas tareas. Su velocidad de lectura en textos técnicos puede acelerarse, así como su comprensión del contenido. Generalmente, estos textos son breves pero complicados. Si están muy interesados y van viendo como su conocimiento o resultados progresan, pueden dedicar muchas horas a estas actividades, llegando a perder el sentido del tiempo. Se trata de un síntoma que puede tener un aspecto positivo porque la creatividad y rendimiento mejoran en estos estados.

 
Las personas con TDAH, paradójicamente, pueden pasar horas concentradas en una actividad que les motive o les interese mucho.
 
 

Procrastinación en el TDAH

Procrastinar o dejar tareas para otro momento es muy típico en las personas con TDAH.

La procrastinación es un síntoma recurrente en las personas con TDAH, especialmente en tareas tediosas o rutinarias como las tareas domésticas o las burocráticas. Suelen dejar las tareas para otro momento aunque sean obligaciones, ya sea porque la encuentran tediosa, carente de gratificación o muy complicada. Es posible que la empiecen pero no la terminen. Suelen apurar los plazos en exceso y presentar en el último minuto los proyectos o presentar el último día la declaración de la renta. Les cuesta mucho ser puntuales, esperar colas en los supermercados o en salas de espera. Dejar las cosas para el último momento implica haber hecho una mala gestión del tiempo y, probablemente, sentirse estresados de tener que hacer las cosas a contrarreloj. Curiosamente, las personas con TDAH sienten que hacen mejor las cosas cuando se ven perseguidas por el poco tiempo que queda para terminarlas, por lo que demoran voluntariamente la acción para concentrarse mejor en la tarea y optimizar el resultado.

 
La procrastinación de tareas poco gratificantes o complicadas es habitual en las personas con TDAH.